Extrañeza

El sentimiento de extrañeza consiste en percibir las cosas como si fueran de algún modo ajenas al sujeto y al mismo tiempo le concernieran de alguna forma no revelada. Como si la constelación de percepciones que configuran el presente y el bagaje de recuerdos que constituyen su historia estuvieran separadas por un abismo más o menos insalvable. En ese abismo está el sujeto, alternativamente mirando hacia atrás y hacia adelante, sin saber cuál lugar es el suyo.
El sentimiento de extrañeza no necesariamente es incómodo. O mejor dicho, supone la incomodidad de quien se encuentra en trance sin haber llegado todavía a destino. Pero en el centro de la extrañeza el sujeto puede encontrarse perfectamente cómodo. El sujeto extrañado es un viajero que ignora casi todo de la estación hacia donde el tren lo lleva, y sin embargo se siente atravesado por la certidumbre de que el viaje es completamente necesario, incluso bueno. Puede observar a las personas y a las cosas como quien mira una película y, empero, tal vez se desenvuelva con soltura; si la ocasión lo amerita, quizá con gran habilidad. Puede parecer sumamente alerta y conectado con el mundo. Pero lo cierto es que para él el concierto del mundo es como una coreografía de autómatas o como un baile de hojas que mueve el viento. En algún lugar poco preciso de su cuerpo está la certeza de que la verdad se halla en otro lado, como si toda la vida del universo hubiese sido drenada hacia una pequeña cajita y ahora sólo quedaran cáscaras. Escondida en algún lugar late la cajita y desde allí emite su llamado. Quizá sólo él puede escucharlo.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Debaixo dos caracois dos seus cabelos