La vida es como una muchacha sexy que te cruzás por la calle. Si le sonreís ella te sonríe. Si la perseguís ella juega. Y si la alcanzás sólo existirá el presente.
La encontré a Tamara una vez, estábamos en un parque. La vi (caminaba sola), sonreía. Me acerqué para seguir sus pasos en connivencia con su espalda y su cuello entre sus rulos había miles de disquisiciones jocosas. Cuando frenó a la vera de una esquina me puse a su lado el semáforo hacía tic-tac y en sus ojos una centena de fuelles bombeaban. Y justo cuando todos retomaban la marcha estalló en sus virilurrios una carcajada inmensa. Se retortijó terriblemente allí mismo pero sin perder el alborozo de risa y calló como un feto en el suelo. Y mientras yo no atinaba a tocarla para preguntarle si todo estaba en orden ella se fue calmando hasta casi dormirse sobre la vereda con una sonrisa en los labios. Gonzalo Cunqueiro
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