La encontré a Tamara una vez, estábamos en un parque.
La vi (caminaba sola), sonreía.
Me acerqué para seguir sus pasos en connivencia con su espalda y su cuello
entre sus rulos había miles de disquisiciones jocosas.
Cuando frenó a la vera de una esquina me puse a su lado
el semáforo hacía tic-tac y en sus ojos una centena de fuelles bombeaban.

Y justo cuando todos retomaban la marcha
estalló en sus virilurrios una carcajada inmensa.
Se retortijó terriblemente allí mismo pero sin perder el alborozo de risa
y calló como un feto en el suelo.

Y mientras yo no atinaba a tocarla para preguntarle si todo estaba en orden
ella se fue calmando hasta casi dormirse sobre la vereda
con una sonrisa en los labios.

Gonzalo Cunqueiro

Comentarios

Agustín Campos ha dicho que…
Muy inesperada la caída del feto en el suelo. No se de donde habrá salido eso. La tipa se queda lo más campante ahí. Está muy bueno.

Entradas populares de este blog

Debaixo dos caracois dos seus cabelos